El puerto de Altata, ubicado en la costa del Pacífico mexicano, ha sido testigo de un ciclo de auge y decadencia que refleja la evolución económica y social de la región. Desde su establecimiento como puerto de cabotaje en 1834 hasta su eventual declive, Altata jugó un papel crucial en el comercio marítimo y en el desarrollo regional.
1834-1853: Los Primeros Años
A partir del 3 de mayo de 1834, Altata comenzó a recibir una significativa cantidad de embarcaciones, lo que le valió la designación de “puerto de cabotaje”. Este estatus le permitió manejar el comercio interno y regional, estableciendo sus primeros lazos comerciales importantes. Sin embargo, en 1844, Altata fue ascendido a “puerto de altura”, habilitándolo para el comercio internacional, aunque esta categoría duró poco tiempo. Para 1853, Altata regresó a su condición de puerto de cabotaje debido a fluctuaciones en el comercio y la competencia con otros puertos.

1858: Un Refugio en Tiempos de Conflicto
Durante la intervención francesa en México, en 1858, Altata recibió un impulso inesperado cuando el General Antonio Rosales habilitó el puerto para recibir comercio de altura. La ocupación de Mazatlán por fuerzas conservadoras obligó a desviar el comercio a Altata, consolidando su importancia estratégica. La ubicación geográfica del puerto facilitó la importación de productos extranjeros y la distribución de mercancías nacionales, convirtiéndose en un punto crucial para la economía mexicana de la época.
1881-1900: El Auge de Altata
El tendido de la línea telegráfica entre Culiacán y Altata en 1881 marcó el comienzo de una nueva era de desarrollo. En ese mismo año, Altata volvió a abrirse al comercio de altura, atrayendo a cónsules, empleados de aduanas, capitanes de barcos y otros profesionales, quienes contribuyeron al crecimiento del puerto. La llegada del Ferrocarril Occidental de México en 1883, que conectaba directamente a Altata con Culiacán, incrementó su relevancia económica. Este periodo también vio la llegada de numerosas familias orientales, estableciendo un breve pero significativo barrio chino.

Principios del Siglo XX: Prosperidad y Desafíos
A finales del siglo XIX y principios del XX, Altata se consolidó como un puerto floreciente. El constante movimiento de vapores y trenes, junto con una gran afluencia de personas en busca de trabajo, impulsó una economía vibrante basada en el comercio de productos de primera necesidad. Sin embargo, la prosperidad de Altata enfrentó serios desafíos. La cancelación de la ruta del Ferrocarril Occidental de México en 1934, debido a su falta de rentabilidad, y los recurrentes ciclones que azotaron la región, afectaron severamente la economía local y redujeron el flujo de turistas y comercio.

Decadencia y Desafíos Naturales
El golpe final para Altata llegó con los repetidos embates de huracanes y ciclones. Entre 1883 y 2013, la región sufrió múltiples desastres naturales que destruyeron infraestructura clave, incluyendo el “puente viejo” en 1896. La acumulación de sedimentos arrastrados por las lluvias y los drenes agrícolas contribuyó al azolvamiento de la bahía, haciendo imposible la navegación de barcos de gran calado y afectando incluso a las ballenas que solían frecuentar la bahía. La pérdida de profundidad en el canal natural de navegación marcó el declive definitivo de Altata como puerto comercial.
La historia de Altata es un testimonio de la interacción entre la actividad humana y los desafíos naturales. Desde su auge como un próspero puerto de altura y centro comercial hasta su declive causado por desastres naturales y cambios económicos, Altata ha dejado una huella indeleble en la región. Aunque ya no funciona como un puerto importante, su legado perdura en la memoria de quienes habitaron y prosperaron en sus costas. La evolución de Altata ofrece valiosas lecciones sobre la resiliencia y la adaptabilidad en el contexto del desarrollo regional y la economía marítima.